jueves, 13 de marzo de 2008

El revés del giro

Mi nombre es el que tú quieras, y no estoy loco, ni muerto aunque muchas veces lo desee. Lo de locura o muerte, es por esa trasgresión del tiempo y espacio que tanto me fascina.
Cuando voy de regreso a casa, por caminos de largos trechos, mi mirada suele clavarse en la repetición de mis pasos y más pasos, sólo así logro trasgredir ese espacio. Aveces me imagino roedor de alcantarilla, que esquiva mierda y más mierda y ya sin salida se zambulle en ella; otras soy un lince disfrutando del infinito vuelo, hasta que cazo mi presa: una rata enorme, por enorme mierda. Antes pensaba en otras cosas.
Pero no es esto lo que quiero contarles, aunque digan que todo esta relacionado; que el final es al principio; como mi existencia al divagar, detesto formas de relacionar, que el causal es al efectuar, pretendo todo eso sea insustancial.
Prescindiendo de esas relaciones; hace algunos años cuando no se me pasaba por la cabeza alegar mi propia locura o dudar de la pertenecía a la vida, conocí a una mujer muy extraña; es cierto que la palabra extraña siempre dirá lo poco que siempre conocí a las personas, es más lo extraño se fue convirtiendo en el mejor calificativo para llamar, circunstancias extrañas y después, sujetos extraños y un día cualquiera cojo un espejo y digo que extraño objeto. Ahora naturalmente nada me asombra; aunque quizás, esto, esté relacionado con falta de Prozac. Lo cierto es que esta extraña mujer, lo fue más aún por que me expresó que yo la había amado, y la había amado verdaderamente porque dijo que nunca le había ofrecido nada a cambio, ni siquiera el miserable compromiso de recordarla, yo inmediatamente le replique a que se debía, entonces, todo esto, sin minimamente recordarla. Y ella muy triste dijo porque finalmente supe que también te había amado... yo pensé en cuantas veces uno quiere gritar o salir corriendo a contar sus dichas.
Ha pasado mucho tiempo y espacio, y siento como esa soledad me va abatiendo, resquebrajando la poca resistencia que quizás ya no exista, logrando inundar mis pensamientos que alguna vez gozaron de mañanas expuestas a un sol de invierno entregado al sueño, al poco esfuerzo de pensar para no resolver sino por disfrutar, viendo suceder a las horas y días sin ningún tormento.
Ahora por el contrario me aterra pensar lo que pienso, no es la muerte ni es la locura, es el Aún no es ahora y el pavor al que no sea nunca.