viernes, 21 de noviembre de 2008

Cartas de ninguno

¿Quién miente?

La vida es, siempre lo ha sido, una gran mentirosa.

Sin embargo es la única verdad plausible

lunes, 17 de noviembre de 2008

Famélicos

¿Qué me puedes decir a estas horas de nuestros días, a esta altura de nuestros años, qué me puedes decir del simple parpadeo de tus sueños?.
Me obligas a quererte, como si de mi dependiera el resto de vida que no te queda.
Deja esa vanidad y dime lo que nunca se te olvidó decir,
abandona esa ausencia,
qué más sabes callar,
sé todo de tus silencios éstas últimas semanas, sé de mis desnudos bajo este techo.
Dime que no te gustan mis lentes amarillos, que aquel guiso queda mejor sin tomate, sin sal y sin nada, que no debería llamarse guiso sino hambre;
no me digas que esto no tiene sentido.
Soy una calavera y tu el fin,
por siempre famélicos.
Deja que siga sonando esa melodía,
me ayuda a no olvidar nuestros mares y de los bosques, arena y soles,
por que así arderé a tu lado.
Y si estamos perdidos entre lo que pretendimos
igual te sigo;
que puede importar a esta altura de las montañas,
te pretendo y arrincono, como esa tarde que pudimos darnos el verdadero adiós y no pudimos;
que nadie me obligue a pensar que esto es el infalible adiós.
Y si acaso todo brilla aún,
o si acaso me lo invento,
ya veré hasta donde uno llega y se gasta de tanto enfrento.
Será mi suerte como la caca de los pájaros que caen los jueves del cielo cubierto por árboles,
seguiré sonriendo si en lugar de ello es una vaca astronáutica que desprende su mierda en mi hombro izquierdo,
pero no estés como ausente,
dime algo,
dime que te vas ahora y volverás pronto
Yo te diré que no se te olvide que no te olvido.
Aunque estés tan muerta y famélica sobre mis sabanas, me obligas a quererte como
siempre.