sábado, 3 de octubre de 2009

Mister H y la "io" del narrador

Nadie escoge la noche, las sombras se pliegan a tu conciencia y oscurecen sin tregua; quizás esa triste virtud sea la que anduve buscando.
Cuando H salió de su agujero, nunca pensó que allí regresaría; era cierto que detestaba ese viejo y oscuro edificio, pero se había acostumbrado a su exigua luz que cualquier mañana del calendario podría ser confundida con una danza negra. Quizás por eso su habitación siempre lucio una ventana trazada en la pared derecha, una enorme maleta mal hecha y un bidón de kerosene junto a la puerta. Una noche o tarde, no lo sé, nunca se sabía en ese recoveco, le escuché explicar que se debía a que pronto se iría de tan sucio edificio, no sin antes envolver en llamas su lúgubre habitación. H fue un tipo sin escrúpulos, así es que yo siempre estuve atento a ese día, y cuando le devolvía una de sus tantas novelas o vinilos que cordialmente me prestaba, le preguntaba sobre aquél día, “cuando incendiamos esta pocilga” a lo que él me decía “no desesperes muchacho, ya te darás cuenta en lo mejor de tu sueño”, esa frase me dejaba más intranquilo, yo también moriría.
No podía explicarme a que se debía su amenaza, teníamos una relación más que de simples vecinos, H me prestaba sus libros y vinilos, mientras que yo escuchaba una magnífica perorata, tan deslumbrante que me quedaba sin preguntas. Entonces me iba a mi habitación y más tarde miles de interrogantes transitaban en mi cabeza, H era un tipo misterioso del cual no había que fiarse, esto lo notaba porque en medio de sus discursos a suerte de prácticos ejemplos contaba anécdotas espeluznantes. Aquella vez que me prestó Rayuela me contó que a él le encantaba ese juego, no más que el punto de llegada no era el cielo sino el infierno y cuando estaba allí los niños con los que jugaba misteriosamente desaparecían, nadie más sabia de ellos; y así todo el boom latinoamericano y sus respectivos títulos eran distorsionados de manera espeluznante con sus ejemplos prácticos. Decidí pues saber un poco más de tan extraña creatura. De donde venía, a que se dedicaba, que comía todo esto me empezó a interesar de manera compulsiva, y cada hallazgo me dejaba siempre insatisfecho.
A veces pienso que llegué a saber más de lo necesario, nunca alcanzar los detalles, deberíamos contentarnos con un somero curriculum narrativo, algo así donde en unas cuantas líneas se hable de tu “de dónde eres”, después un breve prontuario con tus tres escenas más destacables, un par de fechorías que quieras subrayar, cuanto menos tres distracciones y una fecha actualizada. Ni una línea más; lástima que sea demasiado tarde.
Mis sospechas se confirmaban, lo habían despedido de su labor de taquígrafo, Lucia no quería saber más de él, Adriana en un largo viaje, los títulos no eran renovados en la biblioteca del barrio y sus hemorroides empeoraban. Mañana era un día perfecto. Esa noche no logré dormir, la habitación ardía y el pobre H se consumía lentamente.