lunes, 30 de noviembre de 2009

La secante se hace infinita

Ya he perdido la cuenta del último mito aniquilado, ya no mujeres rubias ni dulces pezones acariciando mi pecho, muerte a las descripciones anticipadas de su genio y figura; que bese y gima es lo único que necesito, de la misma manera que alguien espera que cumpla con lo propio, pues que me encuentre.
Desde cuando se pierde el entusiasmo por el encuentro ideado, desde cuando busco encontrarme con putas asesinas de la ilusión, de esas que dan por olvido el sueño más real de otra vida, de miradas puras y sabanas de seda.
No es de sexo de lo que te hablo, y lo es al mismo tiempo; porque es cierto que toda especulación a tu alrededor posee varias verdades ocultas, en lo que es el principio y final de algún encuentro.
La idea de volverte a ver esta perdida en alguna parte de mi cerebro, vacío e insensato como un buque naufrago que transporta víveres en costas somalíes. Mis ganas de encontrarte están a la deriva ahogadas en cualquier océano. Puede que durante todo este tiempo haya estado buscando en el lugar equivocado, que las rutas hacia ese tesoro solo hayan servido para pasar apuros, hambrunas y tormentas y asi convencerme que fuiste una triste invención.
Desde entonces no me importa demasiado, solo ser un fiel cumplidor en mis breves acciones, sin ninguna responsabilidad que inculpe mi pereza; importa unos días bien hechos sin palmadas en el hombro, ni reprimendas; importa ese día en que vale todo y después de unos segundos absolutamente nada; algo así como no llegar a una cita y no defraudar a nadie…
No la volví a saber nada de ella, y si me preguntan como me siento les diré que bien, quise decir casi muerto.

martes, 24 de noviembre de 2009

Entre Amparo y Esperanza

Estábamos dentro de la habitación del hotel.
La ciudades tienen mil maneras de atraparnos que no es otra forma que matarnos, pero así como existen esas probabilidades, existe formas de inventarnos, enteros, cóncavos e imperfectos.
Esa habitación entre la calle Amparo y Esperanza era una manera de estar a salvo, no es la formula soñada pero no hubo manera de salir con la misma cara con la que había entrado. Le puedo alegar responsabilidad a ella, que hacia que las ventanas de una habitación sobrepasaran los limites de Madrid, una habitación que flotaba sobre la ciudad entera.
Éramos como la tripulación de una nave espacial rumbo al final del universo, yo corría por la cama y ella bailaba en la terraza, el desayuno eran frambuesas y de postre mariposas, el agua fluía por la bañera y yo mezclada entre ella, acaricia su delicada piel morena; la canción que sonaba decía algo así como somewhere in between the moon and the sea... Entonces mi cara de sol y su sonrisa de media luna configuraban un cuadrante perfecto.
Pasábamos todo el día demasiado arriba y por la noche casi casi abajo, para evitar esa caídas entonces nos embriagábamos, pero no hasta aplastarnos, sino hasta estar de nuevo arriba arriba; la mañana siguiente planeábamos como bajar en esa justa medida que te sostenga a medio metro del frío suelo y ya después cantábamos historias con media taza de té entre los labios.
Nos dicen y repiten que todo esto es riesgoso y nosotros insistimos en no hacerles caso a esos facinerosos, incrédulos, depredadores de ilusión, a nuestros amigos les invitamos a que se busquen una habitación en un locutorio de Lavapiés; pero bueno puede que tengan razón, pero por suerte ella no es la chica rubia despampanante de belleza atónita en busca de un Rolls Royce, y si les digo que la habitación flotaba y el mundo entero volaba lo mejor que podía, deberían saber que las rubias despampanantes son la peor combinación para vivir entre una calle Amparo y Esperanza; en fin no es que insistamos en nuestra pereza como complemento directo a la búsqueda de una vida diferente y ojalá bien trucada, tal vez ni recordemos que pasó después de que la nave aterrice y ella y yo terminemos desintegrados por una pistola de rayos de juguete; pero que poco me importa, lo único que puedo decir es que de todo lo que nunca he tenido ni tendré, ella es lo único que no quiero echar de menos.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Del infinito hasta Lavapiés

Despojarse una mañana de toda su armadura y acaso quedes en ropa interior, también arrancarla.
Desnudos todos somos extranjeros.
Levantarse muy temprano sombrear tus ojos, pintar tus labios, disfrazarte como quieras.
Arropados seguimos siendo extranjeros.
Y luego por la tarde tomarte un té con los marroquíes, comprar un kebap donde el pakistaní, ocho gramos de hachís con el senegales.
Sin banderas todos tendrían nombres,
pero igual seriamos extranjeros.

Vagas por el mundo revuelto, no importa si es en primera clase, con un tiquete de low cost o en una patera africana.
Fotografías al pie de una laguna lunar, de un volcán circular, de una nave nodriza o abrazando a un alienijena. Viajas donde los turcos, donde chilenos y mauritanos, palestinos y , viajas sin cesar con tu tarjeta de crédito, viajes sin importar lo que buscas porque al regreso lo encontrarás en el trastero de casa, viajas simplemente por divagar.
y te asombras,
y te aflijes,
reconoces lo poco que es tuyo y lo tanto que jamás entenderas,
hasta que te cansas,
regresas al patio de tu casa,
te instalas y pronto tienes un jardín y el tiempo pasa...
Entonces como ayer te sientes inmensamente extranjero.

...Insisto desnudos todos, somos aún más extranjeros.