viernes, 16 de enero de 2009

Aquél restaurante frente a la plaza Tiananmen

Al caminar por la calle principal, pensaba en qué es lo que hoy podría escribir; pensaba en todas esas servilletas bien dobladitas, bien anotadas que aguardan en el bolsillo derecho con tan ilustres intenciones; si ahora tuviera una de ellas, decía, casi todo estaría resuelto. Pero lo curioso no era eso de pensar sobre mi futura idea vista en papel, lo curioso era que ya muchas veces lo hacia en plena calle principal, como buscando distraer mi atención de los grandes restaurantes que existían en mi trayecto, sin duda que era el peor sitio para pensar mis afanes literarios; esto, porque a medida que avanzaba me encontraba con olores exquisitos y cameros que al pie de la acera te recitaban el menú enterito y de Haiku, la especialidad de la casa, sus aromas sugestivos sin duda hacían recrudecer un hambre voraz que me atormentaba; por ese tiempo, que no hace más de un par de horas, tenía terminantemente prohibido coquetear con acaso algún restaurante de tan prestigiosa casta y pensaba en el hambre y el escribir con un hambre que te come hasta los zapatos, y en resistir el mismo hambre en función de tu desolado bolsillo; para más tarde volver a tu lugar de rancho; en esos mismo tiempos era un restaurante chino a dos cuadras de mi piso, un lugar que pasaba completamente desapercibido, no llegaba a ser una puerta entera la que te conducía al interior, la decoración era lo mas oriental que uno puede encontrar en cualquier restaurante humilde, de orientales humildes, que lejos de su tierra se propusieron a recrear tanta humildad oriental: minimalismo en fondo rojo y letras doradas, miles de ideogramas por la pared y esa melodía producida por un alta voz que nunca encontré, de donde salía esa triste melodía, solística como ninguna que produce el pipa, instrumento extraño. Es verdad que no se comía bien, pero si era muy barato, y por lo menos un par de veces a la semana alguien que te sirviera con suma cordialidad, te hacia sentir importante, algunas veces hasta me sentí en plena plaza de Tiananmen, debía ser por la fotografía que tenía en frente; lo que aún no logro entender es por qué extraña razón me gustaba ir a ese restaurante, uno a veces puede pensar que es la costumbre la razón de nuestros paraderos o acaso la repetitiva casualidad de no pensar en el mañana; no lo sé, pero muchas veces terminé en aquél restaurante donde nunca vi a más de dos comensales, si a más de dos camareros con trajes negros impecables que sumados a aquella mujer aburrida en la caja registradora y a un par mas en la cocinilla me hacia pensar en que además de ser mucha gente para tan poco trabajo, seguro que algo oscuro se estaba cocinando; sin embargo en cuanto uno de los camareros se me acercaba, cualquier especulación malsana, se desvanecía, y empezaba a disfrutar del sonido de el pipa, de la fotografía de Tiananmen, de la cordialidad de un restaurante con lugar para tanta gente y solo yo entre un ejercito de copas, de platos y servilletas todas las necesarias para escribir la próxima nota de alguna idea que quizás termine como ésta.

viernes, 9 de enero de 2009

Lejos de aquí (de cancionero perdición)

Enseñame tu mano izquierda, inclínala levemente,
y antes de llegar a ese espacio horizontal, es una mano derecha que va al encuentro o quizás a su salvamento,
que juntas sean como una lámina de otoño que surca el gélido aire,
con la única fuerza de los motores de un barco de papel,
que viajen así,
hasta el fin de los tiempos,
que se sorprendan de ningún lugar,
que se asombren de todo,
como tu pensamiento serpiente,
lo hace con mi mirada esquiva.

Y así, otro día más,
extraño como siempre,
recuerden encontrar esa inclinación exacta,
desprendan sus extremidades restantes, las que aún sobren,
desembarquen sus miedos,
pronto para navegar;
y amanezca a las noches,
aguardando los deseos en nuestra durmiente espera.

Y si mejor aún!, terminamos de una vez con todo,
llegue esa nave sonriente que nos invita al naufragio eterno,
libres para donde ir,
viajero en ti,
pasajeros de ninguna parte.