martes, 30 de junio de 2009

De carton inmensidad


Y ahí nos encontramos, ella frente a mi, sin podernos mover, tan llena de matices, explosivamente volatil, de final a inicio, enterita del mismo color, de curvas en sucesión de lineas azules. Yo de corbata y traje gris, tan serio, muy quieto la observaba, parecía inexistente pero ella se movía muy ligeramente, tan sutil que me estremecía, fue eso y tanto lo que encendió mi atención.
Para cuando levantaban las persianas, ella en el mismo lugar de siempre, recuerdo cada detalle, los azules eran lunes, cuando ella estaba triste su cuerpo se escarchaba de frío y de monedas, al día siguiente sonidistas peruanos con su cóndor pasa me dificultaban la visión, yo creía que era verde pero muy tarde me sorprendí que era azul, como la mayoría de lunes, quizás por que no calentaban ni monedas, ni alegrias; el miércoles blanca como mi memoria y así ella le supo dar color a mis estaciones, hasta el domingo y su excepción, entonces no existía.
Es de esa manera que deje de existir los días rojos del calendario.
Cada noche desde la primera vez que la vi, quieta, irradiando tonalidades, frente a mi y tan lejos de estar acá. Yo presumiendo mis mejores corbatas abrigos elegantísimos, siendo una y otra vez desvestido solo por ella, pero no servía de nada me moría paradito en una esquina apretada. Fue un día azul, antes del final que por primera vez se acerco hacia mi, me miro recorriendo cada parte de ese cuerpo y regreso su mirada hacia mis ojos, juro que sonrió, fueron pocos minutos que solo existió nuestra estática mirada clavada en algún extraño lugar, mientras un mundo iba y volvía de sus necesidades.
Todo cambio al día siguiente, jamás volvió de colores a pararse tan quieta frente a mi, intentando imitarme, sonriendo, llorando o como simpre congelada, solo una vez la vi pasar en busca de algunas necesidades, ni me vio.
Lo mío después fue lo mismo, extrañas miradas sin verme a los ojos, perdiéndose por los pliegues, por los colores y los botones, al otro lado del vitral. Quedé parado algunos meses más, hasta que me perdí en el bote de basura inorgánica el mismo lunes que por primera vez la vi.