viernes, 17 de diciembre de 2010

Ciudad inútil

Tengo muchas impresiones sobre las ciudades, como la infinidad de sus tantos nombres, sin embargo pienso que se asemejan en un triste origen. No es necesario más adjetivos, dejémoslo en la tristeza de su origen.

Llámese como la llamen, hay en su rostro una agonía, una desesperación a media tarde porque apaguen las luces, y así ocultarse bajo un letrero de neón y lamer la inmundicia. Hay en su rostro fiero la misma desesperación para encenderlas y convertir la mañana en una hazaña perdida y así noche tras día hasta el infinito.

Messi tiene la misma impresión, al final de cuentas todos hemos coincidido en una misma ciudad desnuda, no me extraña que todos piensen como yo. Así intuyamos sobre distintas dimensiones y ocurran cosas paranormales en la casa de Lula; estamos condenados a morir en la inútil ciudad. Quizás la única diferencia sea la dosis de entretenimiento, yo al igual que Messi prefiero saber que moriré con el último video juego.

Todos estos pensamientos se han ido empozando desde hace unas semanas y mi obsesión por Messi a buscado continuamente compararlas e incluso intentar saber de boca suya que no soy yo el anormal, inadaptado que mi madre solía recriminarme. El también vive en Barcelona, compra la misma bebida revitalizante y seguro sueña con ganar la Champions League. Sin embargo esto no es suficiente para eximirme de estos pensamientos que me atacan y no me permiten disfrutar del espectáculo. Es algo así como la miseria y yo no soy miserable.

No quiero llegar a una falsa conclusión, quizás todo esto sea apresurado. No quiero pensar que somos una sucesión de hologramas en esta ciudad desnuda, una ciudad que nos hace invisibles y nos acomoda en cualquier lugar al frente de más y más hologramas que suelen ser la reproducción de nuestros deseos. No quiero pensar que soy Messi el holograma y que voy haciendo ebrios filigranas al rededor de una ciudad inútil.

viernes, 26 de noviembre de 2010

El viaje a la semilla

Había que emprender el viaje a la semilla. Como el viejo Marcial decía: toda regresión es en parte una demolición. Y había tanto por demoler…

Transitar por el origen nunca será fácil; no se trata tan solo de estar, ni merodear por nuevas tierras o confundirte con un turista; a eso le podríamos llamar divagar. Viajar a la semilla, es despertar en la otra orilla, sin saber de auroras o crepúsculos; es perderse por ese trópico nebuloso. Lo realmente maravilloso de aquel viaje es adentrarse en tu piel, recorrer por tus venas, verdores infinitos que a la tarde encienden en rojizos atardeceres. Saber que cada kilometro es descubrir esa parte olvidada de tu realidad infinita.

Entonces los autobuses de Managua siempre se descubren repletos, parece ser una carencia de aquel aparato que los engendra. Las viajas latas alargadas con ruedas y destartaladas son el escenario en que cada mañana doy transito por la ciudad. Una ciudad extraña, dos terremotos cada cuarenta años es para que coexistan más de dos realidades. Lo digo porque con treinta nueve años doy referencia de calles y avenidas que existieron antes del terremoto y cada vez que alguien me pregunta si voy para donde fue el otro centro de la ciudad… vuelvo a pensar en lo extraño en que transita esta ciudad.

La llegada a la terminal de mi ruta, me permite fumar un cigarrillo y en lo alto de Managua poder sorprenderme como una nube verde oculta a tan grande urbe. Parece que Managua no existiera. Entonces mi conciencia color hollín del petróleo que me obligan a quemar, se aligera por lo arboles que aún dejan respirar.

Los diez minutos han pasado. Trepo a esa suerte de lata cafetera, humeante y alocada con la que transito esta ciudad y vuelvo a recorrer sus calles de cartón y avenidas de imitación, siempre al ritmo de melodías igual de destartaladas. Me da la impresión que en Managua no suceden los éxitos musicales del momento, el momento acá es un sube y baja de pasajeros, soy yo el que escucha esas canciones de Camilo Sesto que me vuelven a una vida pasada, que convive con mi rutina de chofer, que a la vez convive con direcciones irreales y que subiendo a la montaña dan fe de una ciudad al pie de la laguna que quizás no exista.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Urbi is urpi

En la Parra dix:

No se extrañen,
si me ven un día en Estambul comiendo un Kebap
o en Moscú tragando una hostia.

En ambos casos soy el mismo.
Solo y solamente
urbi is urpi andino
simultaniamente.

viernes, 23 de julio de 2010

El nimierdismo

Cuanto cuestan las palabras en estos días de crisis financiera,

Cuanto distraen las monedas,

cuanto pierdo de mi vacio, en esperar que esa puerta rechine y aparezcas con ese estar inquieto,

cuanto me pierdo en pensar, sin hallar ni mierda.

Recuerdo que hace algún tiempo iba hacia el bosque en noches de media luna y las buscaba entre las ramas, hilvanandolas una a una, en ese canto apacible que hallaba en todo lo que miraba. Y ahora ni mierda.

Recuerdo que a la medida que me internaba hacia ese oscuro bosque de letras; las luciérnagas me indicaban un relato perdido que me dejaba en un eterno final abierto. Los grillos me llevaban a la espuma poética del amor insaciable y su cerrada locura. Miles de ramas, tantos arbustos, tanta fragancia que despertaba enterrado con la nariz al pie de un árbol. Hasta que un día a media tarde me hallé en este desierto, cagao y con un miedo de mierda.

En ese desierto...

Podría decir que las paredes eran inmensas nubes de hierba y que el aire savia a mar. Pero en realidad o de mentira todo olía a mierda.

Podría decir quizás que era una isla perdida o una urbe infernal,

pero lo cierto es que no somos de equilibrio, ni sueños, ni realidad.

Somos más muerte.

Así es que deberíamos naufragar.

miércoles, 30 de junio de 2010

Prehistórica

Un lenguaje detrás del mio,
invisible,
intocable.
Otro lenguaje, cutáneo como su lengua rozando tus labios,
más visible,
menos intocable.
Ese lenguaje que no existe en sus confusiones,
ni en tus conclusiones.
Deconstruir un silencio,
tan inmenso detrás de cada palabra, de cada movimiento, de todo lenguaje.
Un silencio sin vacío,
que no abrume,
que no calle,
pero que estruje.

Ese silencio,
un lenguaje del que no sirve hablar.

miércoles, 16 de junio de 2010

Y durmió el inquisidor

I

Recuerdo haberme despertado bajo esa sombra tenue, de noches encendidas y otras incomprendidas, desencajando en los días como 24 horas subversivas. Si adentrarme al recorrido del sinsentido era mi existencia; lo admito, sólo quería lanzarme de la torre más alta.

Con el tiempo preferí las preguntas absurdas sin opción a respuestas, por adolecer de una lejana intuición que tiene que ver con la premura a dormir en esa caja estrecha, sin preocuparse por encontrar esencias. No huía de las tarjetas de crédito, si de los tiquetes de vuelta, tampoco de alguna multa de la policía municipal, si de las compañías inútiles. Fue así entonces como dormí al inquisidor.

II

-¿Para qué sirve la realidad?

- Imagina la luna en la palma de tus manos.

- ¿Cómo podemos obtener, recibir, intercambiar sin dar?

- Sueña tu futuro en un velero espacial.

-¿Hasta cuando tengo licencia para destripar?

- Bing- bang- buumm...y durmió el inquisidor.

III

Para aquél espacio en que las canciones se detienen y la desfiguración de la luna y el velero nos alejan de éste juego, inventé un ser de nariz truculenta; que es sostenido por unas gafas gruesas que agravan su presbicia y unos aparatos que corrigen su dislocada sonrisa. Este ser al mínimo asomo al mundo sin canciones ni lunas y veleros, no hace más que perseguirme golpeándose torpemente con todo lo que se le atraviesa; este ser espantoso es como yo, sin aparentar su rudimentaria sensatez. Es entonces una noche perfecta para huir.

Ya cuando me aseguró de dormir al inquisidor es cuando me convierto en un viajero espacial. Navego por estrechos mundos y sobrevuelo anchos mares, nunca me detengo lo innecesario sin saber lo inevitable de todo encuentro. Sin embargo aún habitan más molestias, se cuenta de la crisis financiera por ejemplo, o del dinero que hay que intercambiar por hambre, en ese espiral infinito de dinero por enfermedad, por injusticia, por exito y al más allá; es decir dinero por más y más problemas de esos que trastocan los gestos y hierven la sangre. Para esa parte de la irrealidad cruda, no había opción distinta al valor compra/venta y como los problemas me valían mucho dinero, no tuve más opción que convertirme en un asceta con suerte, además de viajero espacial, navegante de mundos estrechos y bla bla blá . Al principio lo imaginé como una verdadera solución. Una tarde cualquiera caminaría por un barrio marginal y al mismo instante que saludaba a un vagabundo (posible navegante de anchos mares destinado a morir de sed) en ese mismo instante una chistera mágica se encontraba con mi zapato izquierdo, la recogía y ya en casa, me imprimía un billete de máximo valor por día, según la divisa en que me encuentre. Entonces estaba por New York, Pekín, Berlín, Tokio, Londres imprimía los billetes y me iba pal’ sur… El sur ese imaginario tan ireal.

Pero la dichosa crisis no lo permitió, una tarde cuando tomé el vuelo 69 rumbo a otras tierras una nube gris y ponzoñosa me detuvo por muchos años; aquél maletín lleno de divisas mundiales no me servía para nada, tuve que alimentarme de cenizas y agua condensada hasta que por fin la nube se esfumo.

Desperté lejos de casa, con esas gafas gruesas y esa personalidad espantosa, desperté con toda clase de respuestas sensatas, desperté como aquél vagabundo de la chistera y de esta manera fue como desperté al inquisidor.

sábado, 29 de mayo de 2010

La cabalgata debe continuar

Y ya de cansado repuso en su trayecto.

-¿He vuelto alguna véz?

y se empezo a perder...

jueves, 4 de febrero de 2010

Morirte de entusiasmo

He acompañado a los encuentros de X muchas veces; no sé por qué me pide que salga con ella, aún habiéndola besado dos veces sin tocar sus pechos, ya debería haberme descartado. Normalmente hacia fuera me encuentro terriblemente aburrido, si no fuera por mis monólogos internos me quedaría dormido en cualquier sitio. Son bares los que mayormente frecuentamos, ninguno de los que hemos visitado me parece atractivo, así sea combinando lo exacto de cada uno de ellos, le faltaría tanto por llegar a ése de nombre “Vacaciones en la antártica”.

Entro al bar, X siempre se cuelga en los hombros de alguien, los saludos son efusivos, en ese momento disimulo reconociendo el garito, me aseguro si acaso hay algo que valga la pena, casi siempre lo encuentro. Hasta que X se acuerda de haberme insistido para que la acompañara. Hago un saludo tímido porque no me interesa ser protagonista, me siento entre todos ellos y bebo en silencio. A veces me gustaría ser camarero, estaría recibiendo algún dinero por estar allí y no pagándolo, además los camareros te ponen la cerveza y se callan sin la obligación de decir nada gracioso y a X le gusta que diga algo gracioso para sus amigos.

A X le gusta hablarme de sus ex's y a mi me encanta imaginar como mataría a todos esos tipos de mierda que se la han follado, en esto no hay novedad, lo hago con todas las X que conozco. Creo que por eso me invita a salir, por la sencilla razón que hace mucho no se sentía escuchada; alguna vez invité a salir a alguien que escuchaba, era la alumna mas distraída del salón, pensé que me entendía sin que pronuncie una palabra. No fue un buen recuerdo.

X me ha dicho que es algo negativa, que necesita llenar un vacío, enseguida me interesó, pensé que me diría que le podía tocar las tetas o quizás saber en que escala negativa se encontraba para no solo poderle tocar las tetas, no me dijo nada mas, ni dejo nada menos para la ilusión, pero yo pienso que su escala es el del hastío. Las personas negativas me atraen, pero no en su última escala que es la de la desesperanza, me gustan aquellas que oscilan entre la tristeza y la melancolía, pienso que las personas negativas en esa escala se mantiene vivas por medio de estímulos internos, esto no tiene que ver con la gente que conozco en los bares, ellos están tan cerca del objeto que se exceden en superficialidad, lo bueno es que me conservan en esperanza. El hastió por el contrario es una mierda, nunca se plantea seriamente el problema del sujeto y quizás por eso X me invita a salir, el hastió es un instinto precario y bosteza al cansancio. Por eso tengo miedo de hastiarme y la gente que conozco en los bares me hastía, entonces intento prescindir de la memoria como un loco que huye de la vida, hasta terminar completamente borracho en todos los bares de la ciudad, quizás y esto sí verdaderamente quizás, es por eso que quiera escuchar a todas las X del mundo y ver a sus amigos bostezar.

viernes, 8 de enero de 2010

De peces hierbas e insectos amarillos

Nos bañábamos en aquél aguerrido invierno, el agua caliente surgía de una enorme piedra flor, que se rociaba lentamente por nuestros cuerpos líquidos. Al fijar ese mirar, al fondo en el horizonte de mi izquierda; era el mar y su infinita existencia... un mar de estación gris, triste como una zapatilla envejecida. Al otro lado el más fino y rojizo verdor nos suspendía en su regazo y en medio un rio serpiente ruidoso conversaba con toda especie de hierbas peces e insectos amarillos. Ahí en lo más alto éramos esa clase extinta de los manuales comunistas.

Más tarde una bicicleta celeste de siete ruedas… un reloj en forma de radio con las manecillas de orquídeas violetas… un café confuso de teína… bailando por nuestra habitación, imaginando una ventana que nos pretendiese presentar, allá afuera, un sol rojizo y rodante por su cielo cóncavo y desértico. A todo eso, ya en la ciudad, nos negabamos a verlo amanecer, preferiamos su dulce atardecer y a veces sorprenderlo en esa evolución lunar que tanto nos gustaba contemplar.

Así supimos de nuestra misión (ninguna en especifico, toda en realidad) fuimos tras su rostro de angelón bizantino, sin ninguna notificación, ni anuncio en el periódico; supimos que se trataba del treinta de febrero. El nos esperaría en la orilla de un amanecer, así que alarmamos a todos los relojes de la ciudad. Ese día nos enamoramos del susurro de la aurora del llegar lánguido de las olas. Embarcamos en el transoceánico, listos para volar, dispuestos a ir pescando durante la travesía aventuras de peces hierbas e insectos amarillos que ofrece la mar.