jueves, 14 de mayo de 2009

Funcionarios manzanas

Es necesario que les cuente donde vivo, y es que es un barrio tranquilo y sobre todo barato, las manzanas me cuestan a mitad de precio y cuando voy comprándolas me da tiempo para ir comiendo una tras otra; por supuesto no entran en el precio; converso mucho con los vendedores de frutas, son mas amables que los funcionarios del tren.
¿Qué donde vivo? en la última estación al sur de Madrid, con poco dinero, siempre manzanas y el tiempo entero para treparme al sur, hacia el norte infinito.
Si digo que me acostumbré a la forma otoñal de la última estación en que vivo, no es por lo gris, es mas bien el recuerdo de un tiempo exacto, uno inexistente; donde lo único real fueron dos estaciones; esa y la del tren. Así es que voy de otoño dejando caer retazos amarillos de árboles añejos en un tiempo pretérito.
De esta forma y tantas dormí al extremo, desperté al otro o viceversa, perdí el norte y otras el sur; lo cierto es que lo irreal lo soñé en un tren; una noche que de tantas idas y vueltas, confundes inicios y llegadas, cuando a lo lejos tu nombre alega el mío y lo demás quizás fue mentira, pero de vez en vez me pierdo en sus vagones, sin manzanas y con funcionarios furiosos