martes, 17 de marzo de 2009

Poética de los cuerpos o un polvito fugaz

En esa justa medida, del mismo perfil ondulante y con esa precisa desmesura es que me tomas en medio de tus brazos, contra tu pecho, me estrujas como una página que se va convirtiendo en alguna figura, sin alas, sin piernas con viento; y si eso es suficiente para flotar no hace mas nada falta, ni ese tikete de viaje a las alturas del Machu Picchu
Liviano, otra vez ondulante me doblas en tanto, pliegas mis extremos con esos dedos finos, me ensalivas entero y de soplo en soplo vuelo por el espacio.
Mientras tomo de tus cabellos, mi cuerpo encima del tuyo violenta sus frutos, muerdo tu vientre y si pudiera arrancarte los botones de tus hermosos senos lo haria sin remedio...

Entonces despierto en madrugada, aquella escena ronda ya unas semanas, hoy tan solo he intentado empezar con el relato, no logro soportar estas mañanas y ya casi ni las tardes porque al instante seguido recuerdo el motivo de mi despierto: ¿Ausencia?.
Ya no me sorprendo por éste y el sucesivo otro día, distintos o no, pienso en la hendidura más ancha que soporta mi pecho cuando despierto.
Y si es tristeza lo que sufro o es extraño lo que lloro, cualquier desbarajuste en mi maltrecha personalidad seguro que tiene que ver contigo.
Cuan real fue aquella historia, acaso sufro tu distancia o quizás solo seas la represtación de diferentes mujeres con las que me deje llevar a la poética de los cuerpos, podrías ser tu la reina de los bares, la dama del perrito insoportable, la francesa mal vestida del Paseo del Prado del hotel maloliente, del sexo brutal, de las lagrimas con mocos... ser tantas y nadie las que alteran mis sueños, o simplemente tú infinita soledad que no conoce de mujeres de nombre propio, ni sentimiento de nombre mio.