miércoles, 25 de marzo de 2009

Miradas incompletas

He recordado aquellos días, esos en los que uno se desprende de sí, y desde arriba ve su propia expresión, veo sin importancia mis pantalones bayeta, la camiseta a rayas que llevo siempre y ahí espero de tal extraña sensación que trastoca el ceño, la comisura de los labios, la mirada incompleta. Hasta que entonces estoy sentadito en la hierba, en el asfalto, en lo alto de un monte o en el tercer piso de una construcción en ruinas; hasta que hace su aparición, son tantos años y solo puedo decir indescriptible. Indescriptible para un tercer escribidor, quizás sólo porque puede ser recordada a partir de un segundo individuo que la observa, la expresión no tiene otro sentido sino del que provoca a esa segunda persona que soy yo, un segundo yo y no a la vez. Son esos instantes lo más cercano a ese niño que fui y que en este recuerdo brevemente soy, pienso en su congoja, en esa aprehesión, en esa bruma que lo aleja del dibujante ante aquel desnudo que algún día trazará.
Y ahora yo, un tercer tipo perdido en la sensación, incapaz de poder describir esa escena que sobrepasa mi poca intuición, yo un encuentro de tercer tipo, atónito, perdido ante la reacción, intentando comprender a ese niño que a su vez se aflije por saber que carajo esconde esa expresión, ese yo cuando trepa a un monte, escala un tercer piso en ruinas, enciendo un cigarrillo sentado en la hierba o con las rodillas en el mentón espera el conjuro que embruja su rostro.
Tanto para saber lo mismo que más da... el mismo secreto de esa expresión, el mismo instante que posee al primer hombre, el mismo misterio para volver a saber que esa cara no es mia, que el recuerdo de un niño que es segundo es tan lejano como la apreciación de éste tercer escribidor. Todo quizás, para que lo sepa un cuarto ser que esta por nacer.