lunes, 14 de diciembre de 2009

A sangre fria

He sido una especie de mito, un relato religioso, nada claro, palabras confusas, personalidades caducas y esa forma externa: una apariencia lejana, un magnetismo infernal de alguien que realmente existió.
Todos los sábados por la noche he conocido al amor de mi vida y al día siguiente he muerto de mil maneras, aquí adentro, todas mis muertes han sido acá dentro. Recuerdo una de ellas, esa noche de invierno, de vientos confusos, salía de un atraco, era con ese dinero que compraría un televisor para ver el mundial de fútbol, pero nada de eso ocurrió. Solo me alcanzó para dos botellas de vodka, era mucho dinero y ese vodka de la peor calidad: cinco balazos a quema ropa y un tiro de gracia ¡malditas putas de hijo! A pesar de que anuncian su llegada, nunca sé el momento exacto en que están al frente mío y ya es muy tarde cuando me repasan como una aplanadora, quien puede saberlo, si acá todos terminan traicionándote, vivo con el enemigo dentro.
No es que lleve mi desdicha cosida en la espalda, no es que me gusten los días nublados, me da igual si soleados o lluviosos, pero tengo un agujero en el alma y eso no se cura con vodka y te pierdes con anfetaminas.
Sinceramente, no puedo con tantos y cargo con sus muertes de esos pocos, ¿será porque entierro sus cadáveres en el patio infeccioso, también de dentro?, ¿Por qué todo tiene que estar dentro?, como las culpas que deberían estar fuera y tener una fecha de caducidad y hoy no es sábado pero debería conocer al amor de mi vida.
Y si aparece esa mujer le voy decir que tengo un agujero en el pecho, ofrecérselo directamente en rebaja a ver si lo rellena entero.
Y cuando todo esto termine y todo lo mío se derrumbe, un pedazo mío dará con ella y sólo asi quizás exista por vez primera.