viernes, 14 de enero de 2011

Buscador de Oro

Tenía la necesidad de aplastar esa ciudad, vagar a fuerza de pequeños descubrimientos que me permitan saborear ese ingrediente desconocido del que estaban hechas sus calles costrosas, desoladas, hirvientes de un sol tropical, tan llenas de mínimos relatos que quizás podría encontrar.

¿Cómo hallar ese rastro enterrado en el olvido? ¿Cómo encontrar esa sinrazón que no me obligue a ser un triste arqueólogo que imagina en la ciencia un gran relato? Sin embargo cada paso me lleva a nuevos vertederos, envueltos en bichos rarísimos de antenas bucales y dentadura anal. Otra vez el sol apabullador que me provee de más cansancio, es inútil, trastabillo, no encontraré más forajidos, ni melancólicos de la revolución, ya no es posible ninguna historia de amor ni nuevos planes para asaltar esa tu maldita quietud. Solo es posible que duerma la ciudad.

Hallador de ruinas, debería justificarme que hasta para verlas hay que tener una medida alta contra la presbicia, pero la verdad es que un trabajador del municipio no precisa de mucho para limpiar la inmundicia y hallar un cráneo del pleistoceno. Quizás haya llegado tarde a los eventos importantes o a lo mejor ni esos eventos son lo que prometían, algo así como enviar a un practicante a una zona inhóspita donde se cree que se avistara una nave nodriza, tan solo para librarse de su presencia . Acaso sea mi suerte la de un cronista cosmonauta, alguien que cuente relatos mágicos reciclados del menjunje, del mercado cachivachero, de la invención en salas enormes de techos altos de los hospicios donde nunca ocurrió nada.

La madrugada me sorprende en la mesa de un bar, con los brazos cruzados y la frente encima, de mirada directa a mis botines rotos. En seguida reacciono y paso revista al traje deshilachado y pantalones manchados que me albergan, vuelvo a pasar la mirada lenta al estilo de las viejas westers y concluyo que todo en conjunto me delata: Filibustero, vagamundo, despistado, contador de cuentos, buscador de oro.

Y como para ser feliz necesito apoyar mis esperanzas sobre una verdad metafísica, entonces cada mañana religiosamente me miento con una verdad divina.