lunes, 30 de noviembre de 2009

La secante se hace infinita

Ya he perdido la cuenta del último mito aniquilado, ya no mujeres rubias ni dulces pezones acariciando mi pecho, muerte a las descripciones anticipadas de su genio y figura; que bese y gima es lo único que necesito, de la misma manera que alguien espera que cumpla con lo propio, pues que me encuentre.
Desde cuando se pierde el entusiasmo por el encuentro ideado, desde cuando busco encontrarme con putas asesinas de la ilusión, de esas que dan por olvido el sueño más real de otra vida, de miradas puras y sabanas de seda.
No es de sexo de lo que te hablo, y lo es al mismo tiempo; porque es cierto que toda especulación a tu alrededor posee varias verdades ocultas, en lo que es el principio y final de algún encuentro.
La idea de volverte a ver esta perdida en alguna parte de mi cerebro, vacío e insensato como un buque naufrago que transporta víveres en costas somalíes. Mis ganas de encontrarte están a la deriva ahogadas en cualquier océano. Puede que durante todo este tiempo haya estado buscando en el lugar equivocado, que las rutas hacia ese tesoro solo hayan servido para pasar apuros, hambrunas y tormentas y asi convencerme que fuiste una triste invención.
Desde entonces no me importa demasiado, solo ser un fiel cumplidor en mis breves acciones, sin ninguna responsabilidad que inculpe mi pereza; importa unos días bien hechos sin palmadas en el hombro, ni reprimendas; importa ese día en que vale todo y después de unos segundos absolutamente nada; algo así como no llegar a una cita y no defraudar a nadie…
No la volví a saber nada de ella, y si me preguntan como me siento les diré que bien, quise decir casi muerto.