jueves, 1 de marzo de 2007

El infame azar

Uno se pasa por la vida, con aquella vieja esperanza de ser cacheteado por el famoso golpe de suerte, recorre kilómetros en busca de ese gran golpe, nace con la idea de tener fortuna = un pan bajo el brazo; se desarrolla en días de la madre con aquella lejana esperanza de llevarse a casa aquel regalo incomprable; toma tristemente en serio una tarde de bingo franciscano; apuesta por el equipo de sus amores y hasta en contra del mismo, hasta llegar a bares malolientes embadurnado de alcohol y de abatidas apuestas en sus maquinas embusteras.
Todo esto genera tal nivel de imaginación para hacerle la cuartada perfecta a ese golpe de suerte, que nunca llega, que se burla, que se relame de codicia y te alimenta de esperanzas, a todo esa historia universal del infame azar, se une mi no haber ganado absolutamente NADA, sin premios sorpresa, sin premios consuelo y con bastante jugo de piña al preciso instante que un padre afortunado, de haberte tenido entre brazos, te dice que escojas el billete de lotería y tú respondes a eso con un casi ganamos, falto el quinto numero, no basta con cuatro... y así pasan años hasta que tú vas a una feria en busca de fruta compras por aquí, regateas por allá y llegas hasta donde los rumanos que te dicen que has ganado algo, con tus ocho kilos y medio de fruta, los seis de naranjas el resto piña, haces tú entrada cual estrella de circo Bozo, que pase el afortunado!! y te premian con cinco euros de tú dinero, es tal el gentío y el respectivo baño de popularidad que negarse a ello es casi imposible, acto seguido la compañía de teatro de Bucarest te hace parte del elenco, gira en torno a ti una burla discreta y terminas a un costado a espera de tú premio sorpresa. Pasa de todo, pero sobre todo pasan las 25 horas acompañadas de sueño, se acerca no un hombre robusto, como lo imaginabas, sino alguien enclenque y te dice que puedes ir a ver tú premio, te señala el camino te abre la puerta de aquella furgoneta amarilla y te muestra a 7 cachorros de una raza perdida, enclenques como el dueño, de mirada ladina como el dueño y apestosos como ambos; deberías escoger uno de ellos para ser feliz con tú premio, pero sabes que le darás vida de gitano al cuadro y te regresas a casa con tus ocho kilos y medio de fruta, seis de naranjas y el resto piña, pues llegaste con cinco euros menos.