lunes, 21 de mayo de 2007

Un crack literario

Son ya varios días los que amanezco borracho, todo por que en esa misma proporción de días-borrachera, he intentado saber más de mi trigésimo quinto aniversario. Hoy, sin embargo es suficiente tanta insistencia, se menos de talento, de triunfos y palmadas en los hombros; no se nada de quien soy.
No puedo creer lo humano que me siento cada día de aniversario, parece que mi ligereza de 365 días más un solsticio, se descargara toda junta en la puta fecha que nací, es lo de siempre -me digo- la diferencia de hoy, es que decidí terminar con el mito; con ese recuerdo que atormenta mi memoria, y es que nada coexiste peor que la afición por la escritura y los números; si, son los números los que he llevado muy en cuenta, cuando me dijeron que había que leer "Cien años de soledad" pensé que tenían 100 hojas escritas, entonces dije que me tardaría 20 días en memorizarlo, después de leer a los buendía, se fortaleció mi aptitud de escritor, de pronto tenía 17 años y estaba leyendo a Martín Adán, el tuvo 19 cuando publico "La casa de cartón" y fue todo un suceso en las letras peruanas, entonces yo tenía 17 dos años menos que Martín Adán; ese mismo día tome al bolígrafo por las astas, es decir me dispuse a escribir, no paré dos días y cuando no tenía ideas, disimuladamente hojeaba el libro de cartón; ese plagio, me costo una noche de insomnio, por la mañana siguiente pensé que lo mejor sería hacer un horario estricto y si lograba escribir tan solo dos páginas por noche en solo 100 días podía tener mi "Cien años de alegría" o en el mejor de los casos una "Mansión de cartón". Hasta que cumplí los 19 , los 20 y los 24 años, siempre encontraba a un escritor famoso, dispuesto a ser la referencia a mi edad de turno. Comencé a odiar a los nóveles que aparecían con 22 años, detestaba los suplementillos de 30 páginas con frasecitas cojudas que decían: "El más prometedor de los últimos años. Hay que leerlo" por supuesto que lo leía y rebuscaba su falta de talento, la mayoría de los causantes de esas fracesillas como "Una de las revelaciones más importantes de los últimos tiempos" o "Uno de los talentos más ciertos, versátiles y precoces de la nueva literatura" eran una sarta de inútiles, no escribían mejor de lo que yo podría hacerlo, tan solo si tuviera más disciplina- me decía- pero los días pasaban, sin rendirse a mi talento, por esa época disfrutaba mucho al encontrar autores realmente malos, hasta me iba de fiesta y me emborrachaba hasta la saciedad, una noche sin embargo me encontré con una implacable lectura era Dylan Thomas, esa misma noche salí como un jinete en plena apocalipsis, fui en búsqueda de una academia de escritura de cisne, pero encontré un taller dictado por un poeta maldito, si se trata de ser poéticos, por que la verdad que sólo era un adicto a la cocaína. No tardó mucho tiempo en reparar en mi talento, una noche de largo conversación, donde el licor y cocaína eran los mejores exponentes de la poesía, una depresiva y la otra eufórica, esa noche me dijo que podría publicar algunas cosas mías, en seguida que me negué a su petición, no estaba dispuesto a aparecer en cualquier cuadernillo de imprenta a blanco y negro. Unos años después sin embargo, fui en búsqueda de aquel personaje, por aquella época ya me quedaban pocos autores cuarentones y de recientes publicaciones para servirme de comparación, además en honor a la verdad, la mayoría era sumamente talentoso, para atreverse a escribir a los 40; entonces llevé los pocos escritos que tenía donde dicho personaje, él ahora era ayudante de editor en una revista decente, si bien tardó en reconocerme, a la medida que íbamos compartiendo alguno de mis relatos, lograba recordarme, en seguida me sorprendió con una frase: esto es un crack literario- algo asi dijo - por ese entonces me quedaba una miseria de arrogancia, así es que timidamente le agradecí, volvió a repetir un crack literario, entonces reaccioné como un niño, y con el entusiasmo debido le dije cuando sería publicado.
Nunca, dijo, saco de su abrigo descolorido un residuo que asemejaba a una piedra, ahí comprendí que era un derivado de la cocaína, crack y conmigo a lado dejando caer mis escritos, aturdido, desconcierto, se dispuso a fumar su crack literario.