sábado, 11 de agosto de 2007

La muerte de Jhonathan Apaza Ortiz

Y entre barullos homogeneos en algún instante de esas voces mezcladas, esas palabras alborotadas, una frase se desprendió con esa brutalidad del puñal de un asesino... aterrizando en él; aquella frase decía:
Aquí terminaron esos deseos imposibles.
Él se quedo pensando en esa frase cuando bajo del autobús, cuando se tomaba el sexo en un baño público, cuando se llevaba una manzana a la boca, cuando se masturbaba en su pequeña habitación.
cuando en noches revueltas amanecía rozado por dos hermosos pechos que se abrían como una flor.
cuando levantaba su copa y al unísono repicaba un salud.
cuando en lejanos viajes se perdía en el anonimato de rostros, en la belleza de la diversidad, en el descubrimiento del ahora y se le gastaban los ojos, los labios, el sexo; muriendo en la eternidad.
cuando cenaba con sus padres y ellos lo acariciaba con ternura como en esa niñez irreverente.
cuando salía al supermercado y solo podía comprar la mitad de lo andaba pensando.
cuando recordaba esos momentos estúpidos sin parar, enamorado hasta el cien.
cuando tardando en olvidarla se enganchaba entre sabanas con sabe quíen.
cuando se emborrachaba.
cuando lloraba.
cuando moria y no sabia que hacer.
Y ya, al final de su vida, en la mitad de una noche desolada, derrepente un soplo perdido a manera de susurro, de cualquier continente, de cualquier bullicio, de cualquier boca:
Lo despertaba.
Él, de razón social Jhonathan Apaza Ortiz, dicen que murio de amor sin casi haber despertado.