martes, 10 de abril de 2007

Nada bueno, todo nuevo

Hace días que me observo, no tendría nada de fascinante si todo esto no fuera un sueño, un sueño que reemplaza a la realidad, aveces de manera tan exacta que no existe interés por hacerlo de nuevo. Ante esta crisis imaginativa, tanto en la realidad como en los sueños, solo queda una salida, la otra fue descartada puesto que deje de ser participe de ajustarme la cuerda y así ajustar el aire hasta que se haga inexistente.
Esa salida fue detenerme frente a ese observador que anda en mis sueños hace ya bastante tiempo, fue muy complicado por que tal personaje no es parte física de la escena de ensueño, es más bien un veedor omniciente, un testigo volátil con el que despierto. En dichos actos, siempre esta allí, ente sigiloso que acompaña cada recorrido de mi sueño, observador que sin asombro de por medio, empecé a reconocer como una parte de ese yo.
La ilógica con que se construyen los sueños, quizás sea lo que más nos llame la atención, pero esta vez es una enorme desilusión, tanto en mi vida real como en la de mentiras (mis sueños), coexiste por muy debajo de las expectativas, una simple lógica aristotélica: yo soy realidad, la realidad es sueño por consecuencia soy un sueño que es simple realidad, esto no me asombra, puesto que soy una persona sumamente común de genio y figura, con un desempeño bastante mediocre en mi rutina, si vamos a leer nuestra propia mano de gitano, mi futuro es cumplir unos siete años de rutina para la llegada de una jubilación sedentaria. Por tal, al irme a descasar, a dormir, a soñar, es desde bastante tiempo una mas de las rutinas, desde el mismo momento que mi cuerpo descansa, mi mente sueña con la lógica proyección de mi realesa, nada sorprendente, ni cuentos de hadas ni realezas, soy casi el mismo de las mañanas, flaco perfil de galleta, de ojos oso panda y con poco entusiasmo. Con ciertos matices, todo esto lo supe desde que me inventa, esa parte mía que me observa.