miércoles, 29 de noviembre de 2006

Fin del camino

Es el momento de hacer mis maletas, dije derrepente cuando sustraía una idea vaga, de una conversación confusa. Me despedí de la misma forma en que saludaba, así es que me fue muy sencillo estar bajando las escaleras y de pronto caminar rumbo a casa; encendí un ultimo cigarrillo y la tortura de las maletas, que ahora eran de cuero me pateaba los sesos, me vi escogiendo lo mínimo en ropa, algo que asiente con un inexistente sol de invierno, sacudí mis pantalones despejando cada inmemorable encuentro, sentí nostalgia por algunos calcetines y su caprichosa forma de acompañarme en la única noche de sexo, sin embargo sentí vergüenza de aquel viajero que tiene que partir cuando no hizo absolutamente nada para el recuerdo.
Muchos días siguientes, un nuevo lugar, un nuevo todo se apoderaba de mis futuras circunstancias, levanté las persianas y los recuerdos de la abuela sucedían, al incorporarme en mi nueva rutina; probé su receta de esa mañana, para casi siempre terminar en lo mismo, nada aritmético igual termino vestido. Al fin y sin ser cabo soy un producto dispuesto a ser comandado por la etiqueta que da el destino. Como la mayoría de individuos cepillo mis dientes con Kolinos, tomo Nescafé y en lugar de pan francés me entretengo con una empanadita de la tía julia. Para después bajar las escaleras con cuidado, evitando cualquier paso contrario a mi rutina; mi camino me señala el brazo extendido, al aproximarse la C-3; y a mi cuerpo le excita acomodarse con dificultad entre todo ese gentío; el destino, desde algunos años el mismo.
Oficina por aquí, segundo piso, bajando las escaleras; más tarde otra empanadita de la tía Julia, y más oficina, llamadas de teléfono, conversaciones dilatorias, entrego informes otras proveídos y al igual que yo, siguen subiendo y bajando expedientes a lo largo de varios años. Siento que hoy es un día peculiar y como ninguna tarde el brazo extendido aguarda un taxi, giro intempestivo, el freno en seco y mi cuerpo volando por los aires, me incomoda la caída, me fastidia empaparme de sudor y más aun de sangre. Mañana es otro día y casi estoy decidido a desnudarme y ser tal cual, me parto el ceso pensado, cayendo y ahora todo él, esparcido por el asfalto.

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