martes, 30 de enero de 2007

Carta abierta

Estimado Enemigo:
Le escribo sin saber si esto llegará a sus manos. Lo escribo desde las trincheras de la guerra (que aún continúa), sin saber por qué estoy aquí o cuándo me marcharé para abrazar a mi madre. Todo lo malvado se ha superado, ambos somo testigos, es cierto que nunca sabremos cuando ha terminado, pero empecemos por regresar a casa. Ahora permitame hacerle una confeción. He derribado estatuas y destrozado bibliotecas, he disparado a gente inocente mientras usaba una bandera de colores en mi uniforme, que nada justifica y ahora nada importa, sin embargo he luchado por aprender a entenderlo y hoy estoy seguro que de nada sirve. Me uní al ejército por necesidad, hasta pienso que me recluyerón sin darme cuenta, era un muchacho con grandes sueños, creí dirigirme a vivir una vida con más dignidad, y he llegado muchas veces a la anulación de lo humano.
Servir a mi país, listo a morir por los ideales que aprendí a amar era un pensamietno errado. Algunos años después me encontré desembarcando en una tierra extraña, donde todo me era ageno, lo recuerdo claramente, mi mirada ya estaba extraviada; mi felicidad se quedó a lado de mis seres queridos, recuerdo las muchisimas fotografías que tomaron el día de desembarco, hasta algunos creían estar en una breve excursión, sin embargo no paso mucho tiempo para encontrase con otra realidad, con noches heladas, poseídas por una fuerza despreciable, listos para atacar a un país en el cual yo no creía que debía estar. Completamente satanizados los unos y los otros vamos dando rienda suelta a la imaginación de algunos verdugos escondidos.
He estado carcomiendomé la cabeza. Durante todo el tiempo que he estado en el pais invadido, he estado buscando ideas para convencerme de que puedo sentirme orgulloso de mis actos, que yo era parte de algo justo. Pero no importa qué argumento encontraba a favor de la guerra, inmediatamente me venía la imagen de un niño desvalido, de una madre llorando a sus muertos, de aquel compañero caído que me ruega visite a su seres queridos y al otro lado aquel comandante en jefe, que sonríe dibujando aquella mueca oscura.