viernes, 23 de febrero de 2007

Dejarse morir o vivir en el intento

-Numero 24!! quien es numero 24...
-Soy yo
Hay momentos, los hay sin duda alguna, cuando te recuerdan que eres un producto perecible, solo hay que prestar atención y sabrás la etiqueta de fecha de caducidad que llevas en la frente, no esta mal que te lo recuerden, lo que molesta es que siembran tantos miedos, te contagian paranoias, te trasmiten riesgos con tablas de costos y sin beneficios.
- Buenos días: Inocencio
- Buen día señorita
- Me dices que te trae por acá
En aquel instante no lo sabía, me veía tan fuerte como un roble, aunque algunos incidentes me hicieron recordar que se es joven como imprudente, aun así uno no sabe del lugar donde transita hasta que te lo recuerdan, por lo demás la confesión se hacía inminente.
- ¿Alcohol?
- Si
- ¿Fumas?
- Por supuesto (indiscutiblemente me hace más apuesto)
- ¿Drogas ?
- esporádicamente (dejaría de serlo, si al Ayahuasca lo incluimos dentro de la lista de la DEA)
- ¿Sexo?
- (detecte el primer problema clínico) soy un enfermo señorita.
Uno se pasa la vida creando mitos acerca de sus dolencias, de sus debilidades o fortalezas, por lo menos un joven sensato recuerda el primer trago mitológico de la misma forma que Poseidon recuerda a Cronos; como alguién podría olvidar aquella conquista de tierras lejanas, cuando se es un crío; como olvidar el primer humo que se confunde con tú aliento o el primer polvo que se confunde con el sexo de los amantes, con el polvo en tú nariz.
Sin embargo mito y realidad están en planos diferentes, la ecuación no responde a la lógica de la perversión. Lo decisivo se encuentra en dejar todos esos mitos, si quieres vivir lo necesario para reprodicerte, por que entre algunas cosas heredaste la hipertensión, entonces deberias empezar por olvidar aquellos míticos vicios que luego formaron parte de tú realidad continua, mejor decirlo así, de tú costumbre animal; de lo contrario lo que se vería en tú promisorio futuro es la inminente cuenta regresiva, ¿cuenta lo que no se cuenta?.
Y así la multiplicación del mito (o la leyenda, según diga el autor) hubiera sido mayor, si confiabas en la grandeza de los profesionales de la marca.
Nada llega más lejos que la imaginación y nada la frena más en seco que la exactitud de tus cromosomas. La holgura entre verdad y ficción coincide después de una receta.