lunes, 19 de febrero de 2007

No hacer nada

El buen Frutango no cesa en sus luchas reivindicatorias, son casi 50 años dedicados a una vida en el más placentero de los verbos, antepuesto de un monosílabo negativo seguido de la nada.
La mañana empieza con un bostezo a estos le siguen muchos más; se prolongan sucesivamente hasta encontrar algún lugar blando y confortable que le permita acostar a su cuerpo; parecería ser una rutina sabática, pero es lo diario, acto seguido y previa comelona con productos transgénicos, se dirige a la Plaza Mayor, cumpliendo estrictamente su horario y tres minutos antes de medio día, desde hace 15 años en aquel lugar levanta su cartel ante la indiferencia de casi todo un mundo que se acostumbra a las reglas, a las bancas de plazas mayores y menores, a semáforos de luces ámbar, rojas y olvidos.
Quien es Frutango y que hace allí. Podríamos pensar que goza de una estancia estudiantil muy prolongada o una jubilación anticipada, pero eso casi sería una ofensa a su manera de vida, el llama a estos casi 50 años, como la encarnación misma a la exclusión de la regla, es decir un excluido consiente y disfrutador irónico a la justificación de una regla impuesta por la estupidez humana, donde su cumplimiento es condicional a su consiente exclusión.
Todo esto empezó un medio día, hace casi 45 años, Frutango jugaba en los columpios de la vida, exclusivamente jugaba, las casi cinco horas que duraban sus clases en aquella escuela a la que asistía. La preocupación de su maestra y después la de toda la escuela, no tardo en llamar la atención, sus padres informados del diagnostico poco investigado, en esos tiempos era el tema sensación; Frutango en lugar de sufrir de algún mal, disfrutaba de un bien, tenía Ociositis, inflamación de todos los sentidos por disfrutar haciendo nada.
Como bien lo relata Frutango, en aquellos tiempos el ocio era mucho más valorado que en su actualidad, quizás por su inconsciencia, pero no necesariamente más apreciado eso pasó unos años después, cuando conscientemente se excluyó de aquella regla tan pomposa y digna de solo mencionarla "Trabajo". Frutango nos argumenta la esencia de su vida con sendos pasajes de pensadores y filósofos desconocidos, los cuales afirma, llamaban a reflexionar sobre la manera de ocupar ese tiempo de ocio en el simple y llano "no trabajo".
Puedo decir que hasta hoy, no logro comprender con exactitud sus definiciones, por ahora he logrado minimamente traducirlo; sin embargo presiento que los cambios de un tiempo futuro dará importancia a esa extraña filosofía; los nuestros, nuestros tiempos son los de no saber donde mierda poner a tanta gente que se desespera por su realización a través del trabajo, la respuesta quizás la tenga el buen Frutango y solo quizas por que sin el "quizas" nada tedría sentido.