miércoles, 13 de diciembre de 2006

Adios al Dencorub

Uno busca reimplantar nuevos hábitos cuando vuelve a la universidad; uno de ellos es dirigirse a la hemeroteca cuando el tiempo da para eso. Se introduce en el lugar, un breve vistazo de todos sus modelos, las hay de todos los gustos, al mismo instante que muchas llaman mi atención (tanto revistas como mujeres bonitas) pero uno esta reimplantando el viejo hábito, lo recuerda enseguida y sigue el recorrido, de pronto una en especial (mujer no revista) y coge cualquier cosa (revista) para compartir el mismo lugarcillo. No tratar de incomodar siempre ha sido el lema, pero el tiempo no da para eso, entonces sutilmente incomodo su atención, al cabo de varias llamadas de atención y muerto en el intento se apodera de mi camisa a rayas una cruel melancolía, que me obliga a ver lo que tengo en manos.
Aunque no lo crean existen personas que no pueden experimentar dolor, yo creía ser uno de ellos cuando era niño, yo y algunos incautos "superhéroes", los que nos reuníamos para poner en prueba nuestros supuestos poderes y resistir a aguas hirvientes, pinchazos de agujas y puñetes furibundos en varias partes del cuerpo, triste desilusión al pasar los días y ver que eran menos los que nos dábamos cita en aquella casa desierta y en lugar de ello las remplazábamos por verdaderas sensaciones, muchas más complejas, que pronto no tardarían en producir dolores.
Hoy las cosas son distintas esta revista me ha dicho que es posible no sentir el dolor, auque como bien lo diga dicho articulo, éste sea un sentido esencial que ha evolucionado en todos los organismos complejos para minimizar daños celulares y del tejido, y así ayudar a prolongar la vida.
Lo cierto es que investigadores de la Universidad de Cambridge han descubierto en no sé que gen, al que le atribuyen una mutación, el poder privar a personas de su capacidad para sentir dolor. La primera persona insensible al dolor que los científicos investigaron, era un muchacho (pude ser yo) muy conocido entre el personal médico porque realizaba actuaciones en la calle. Ahí obligaba a que le den el mejor de los golpes, se colocaba cuchillos a través de sus brazos y caminaba sobre carbón encendido sin sentir dolor. Murió a los 14 años, tras saltar del tejado de una casa (mejor que no fui yo). Después los investigadores estudiaron a seis miembros de la familia de este chico y a otras del norte de Pakistán, los cuales nunca habían sentido dolor, no debe extrañar que sean de aquel lugar y por que no pensar que dios o la madre naturaleza por fin se acordó de ellos y esta variación genética es un regalo navideño, el hecho es que aquel gen en estas personas, producto de una mutación no puede llegar a trasmitir la sensación de dolor a las neuronas, es más complejo que lo descrito claro, esto parece evitar que los individuos, ahora Pakistaníes no sientan dolor.
Espero encontrarme algún día en alguna hemeroteca lejana con más fortuna, en el sentido que al llamar la atención de alguna muchacha, responda con un "tienes novia" y en lugar de aquella noticia, anuncie que encontraron el gen de la melancolía con su mutandis respectiva.