sábado, 30 de diciembre de 2006

Figuras a media sombra sin luz

Y ahí nos encontramos, ella frente a mí, sin podernos mover. Tan llena de matices de final a inicio, enterita del mismo color, de curvas en sucesión de líneas azules.

Yo de corbata y traje gris, tan serio, muy quieto la observaba. Parecía inexistente, solo que se movía ligeramente, de forma sutil que me estremecía. Fue eso y tanto, lo que encendió mi atención.

Para cuando levantaban las persianas, ella en el mismo lugar de siempre, recuerdo cada detalle, los azules eran lunes, cuando ella estaba triste su cuerpo se escarchaba de frío y de monedas. Al día siguiente sonidistas peruanos con su Cóndor pasa me dificultaban la visión, yo creía que era verde pero muy tarde me sorprendí que fuera azul, como la mayoría de lunes, quizás porque no calentaban ni monedas, ni alegrías. El miércoles blanca como mi memoria y así ella le supo dar color a mis estaciones, hasta el domingo y su excepción, entonces no existía.

Es de esa manera que ver los días rojos del calendario eran así de sangrientos.

Cada noche desde la primera vez que la vi. Quieta, irradiando tonalidades, frente a mí y yo tan lejos de pertenecer acá.

Presumiendo mis mejores corbatas, abrigos elegantísimos, siendo una y otra vez desvestido solo por ella, pero no servía de nada me moría paradito en una esquina apretada detrás de ese escaparate.

Fue un día azul, antes del final, que por primera vez se acerco hacia mí, me miro recorriendo cada parte de ese cuerpo y regreso su mirada hacia mis ojos. Juro que sonrió, fueron pocos minutos que solo existió nuestra estática mirada clavada en algún extraño lugar, mientras un mundo iba y volvía de sus necesidades.

Todo cambio al día siguiente, jamás volvió de colores a pararse tan quieta frente a mí, intentando imitarme, sonriendo, llorando o como siempre congelada, solo una vez la vi pasar en busca de algunas necesidades, ni me vio.

Lo mío después fue lo mismo, extrañas miradas sin verme a los ojos, perdiéndose por los pliegues, por los colores de mis vestidos y los botones abrigos, al otro lado del vitral, tan inerte que su ida me empezó a entristecer. Quedé parado algunos meses más, hasta que mi aspecto increíblemente se deterioro y así me perdí en el bote de basura inorgánica el mismo lunes que por primera vez la vi.